Reconstrucción
Se cierra el día
y un viento frío
cruza la noche de
parte a parte.
El rojo horizonte
se ha tornado
grisáceo y
una luminosidad lejana.
cruza mi
sueño, donde
el mundo me atrapa
y me sobresalta.
Ahora veo como
una
sábana
atormentada,
que se torna
en un tormentoso
mar,
donde el oleaje
muestra mil caras
y cientos de
perspectivas.
El tiempo se desprende
y cae hacia
el horizonte
y se mezcla con
mis sueños y con la luz
inquietante
de toda mi angustiosa
noche.
Esa luz, ¡ay esa luz
que no ceja!
Esa luminosidad que
no se agota
a pesar de todo;
que provoca huracanes
y vientos traidores.
Quizá una ráfaga
de buen viento deje
las malas fantasías
de aquel tiempo vivido.
Quizá solo la bruma
de esa realidad cambiante
agote mis ojos que no
cesan de cansarme.
Entonces ya no habrá vientos
ya no habrá oleajes
ni mar, ni desconocidas puertas.
Ni horizontes, ni barreras,
solo el murmullo
del mar,
el siseo del viento,
el pálido rostro de una
niña
y un cuerpo lleno de tiempo
color tierra.
Pilar Peláez